Los primeros días fueron una renuncia a lo conocido para reconocernos en nuestra esencia Trascendente, a través de bastantes horas de silencio en meditación, prácticas de Hatha y Kriya Yoga, deliciosa alimentación y círculos de palabra donde exploramos diversos temas que informaron y guiaron el proceso. Estos días fueron una invitación para darnos cuenta que no somos en esencia nada de lo que está surgiendo “adentro” ni “afuera”, sino más bien ese Observador de todo.
Y ¿qué encontramos? Para mí, lo más hermoso y poderoso que surgió del retiro fue el reconocimiento del llamado que tenemos, tanto individual como colectivo de madurar, de evolucionar. Se nos abrió la oportunidad de explorar caso a caso la vida de cada uno de los participantes, lo que nos permitió entender de qué maneras cada uno seguía atascado en el pasado, en recuerdos, en ideas de quien debería ser y en condicionamientos culturales, familiares y de nuestras historias personales.
Y en esta liberación, se reveló una verdad: esencialmente ninguna situación, ni persona, ni entidad, ni condición en el pasado, presente o futuro, puede limitarnos, controlarnos, oprimirnos, o esclavizarnos. Más bien, reconocimos que esta experiencia de limitación, de contracción y sufrimiento, es siempre nuestra propia actividad, una elección condicionada y de costumbre, que ejercemos al elegir consciente o inconscientemente tomar una posición de separación, de víctima desempoderada o de creernos ser el que está al mando de las circunstancias de la vida. En otras palabras, reconocimos el ego, no como un ser adentro o afuera, ni una entidad extraña haciéndonos sentir o actuar de alguna manera, creándonos problemas y dificultades. Más bien, entendimos que somos nosotros mismos – creando así la ilusión del ego – quienes generalmente insistimos en la creencia de que algo falta, que debemos ser y sentirnos de algunas maneras en particular y diferentes a las que ya somos y son, que nos hacen quedar estancados en lo conocido, incluso si esto nos hace sufrir.
Así como un árbol crece desde semilla para eventualmente dar frutos, los humanos nacemos para convertirnos en abuelos, en servidores dejando frutos y huellas de amor y consciencia. Es lo natural. Hacernos responsables – reconociendo nuestra habilidad continua de responder – nos dispone al servicio. Ya nuestra vida deja de ser una lucha y búsqueda incesante por sentirnos bien, sino que se hace disponible para las demandas del Corazón, del Espíritu, y el beneficio de los demás. No hay forma más sana, real, libre, feliz y enriquecedora que reconocernos, también en nuestra individualidad, como un instrumento de lo divino, de lo trascendente, del Gran Ser que todo Es y moldear así la tierra para un amoroso habitar con y para los demás seres que componemos la existencia.
Gracias, gracias.
Esteban Ferrero Botero
Fundador Ecozentro Madre Kumbra
Miembro del Awakened Life Project